miércoles, 2 de mayo de 2012

La flaca triste



Como cualquier persona, había nacido natural, llorona, risueña, libre. En una habitación con rincones iluminados y con rincones oscuros; fría junto a las ventanas que daban al mundo, pero tibia bajo las mantas de la cama o junto al sistema de calefacción que había encendido el padre.

Fue cuando daba los primeros pasos de su adolescencia que la plaga de cámaras, celulares, televisores y computadoras se coló por debajo de la puerta. Empezó con un teléfono muy fino que succionaba el alma de las gentes para esparcirlas por el ciberespacio, y pronto estuvo en sus manos sin que ella atinara a reacción alguna.

Fue el principio del fin. A partir de la infección, un hoyo fue abriéndose en la puerta, y a través de la herida: males tales cual una notebook, una cámara y una pantalla gigante de televisión ocuparon la cama, el lugar junto a la ventana y los rincones luminosos.

Y poco a poco, mientras sus fotos iban derramándose en las redes sociales, fue perdiendo su alma. Hasta que un día ya no pudo sonreír, por más que el fotógrafo, entre lágrimas, le rogara una sonrisa y buscara en sus ojos vacíos algo de lo que ella había sido cuando vivía en la realidad. 

ILUSTRACIÓN: Rocío D. Limón             TEXTO: Santiago R. Bailez Chayé

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