lunes, 19 de marzo de 2012

ナタリア


La olvidó pero siempre había sido, siempre sería parte de él. La había amado y no dejaría de hacerlo, en silencio y en sueños indescifrables hechos de katakana. Habían estado juntos contadas veces; sin embargo, por alguna razón, a causa de una cuestión tejida entre los aires de las cuatro estaciones, la foto de su persona, antes de esfumarse, amarillearía.
Ahora la distancia y la indiferencia eran el único nexo. Ahora, la búsqueda de una respuesta: ¿por qué tanto amor si acaso creía que no había existido, en ella, nada tan poderoso como para hacer de su corazón un solo nombre?
De pronto todo fue simple: había sido la única mujer verdadera que rozara su vida. Lo demás había importado poco o en absoluto. Ella había sido, ni más ni menos, ella.
Ahora muere en sus sueños escritos en japonés. Día a día. Yace escondida en su memoria, donde estará para siempre, como bastión contra horas beligerantes.
ILUSTRACIÓN: Rocío D. Limón                         TEXTO: Santiago R. Bailez Chayé

miércoles, 14 de marzo de 2012

ASTARTEA


Ἰδοὺ ἐγὼ ἀποστέλλω ὑμᾶς ὡς πρόβατα ἐν μέσῳ λύκων· γίνεσθε οὖν φρόνιμοι ὡς οἱ ὄφεις καὶ ἀκέραιοι ὡς αἱ περιστεραί.
Como a ovejas entre lobos os envío… y en su noche de negra inspiración Astartea contempló la luna pensando en Mateo 10.16 y en la voracidad del consumismo regente en la tierra de los hijos del Señor.
Vio la destrucción y el soterrado exterminio. Contempló la ambición y el hambre, el salvajismo y el instinto. Y descubrió que la obra de su Amo no era lo bastante clara para que la raza humana creyera en Él.
Así pues, un día Astartea voló a la luna y la embebió con su figura esculpida por la Tentación. Y desde entonces, cada hombre corrompido a manos del poder, al mirar la luna, se transformó en lobo. De esa forma la devastación final había comenzado: las ovejas sucumbieron a los lobos, y los lobos, que nunca tenían suficiente, se devoraron entre sí.

ILUSTRACIÓN: Rocío D. Limón            TEXTO: Santiago R. Bailez Chayé

domingo, 11 de marzo de 2012

La danza de la Muerte


Cansada de verse tan ajada y abandonada, decidió cambiar su aspecto. Compró una peluca negra (sin hacer caso de que los caballeros las prefieren rubias), comió un poco más de lo acostumbrado para dejar atrás su aspecto poco saludable, modernizó su vestuario y aprendió a mostrarse angelical, pero deseable.
Quería ser otra; sentir el calor de un abrazo, la admiración por su cuerpo desnudo, la envidia de otras mujeres; disfrutar del día y su luz; absorber el aroma de una rosa. Se entregó a los placeres mundanos, escuchó palabras de amor dichas bajo una pasión efímera, conoció el dolor del abandono, se sintió usada y ultrajada.
Entonces, decidió volver a su apariencia anterior y disfrutar del raro privilegio de ser mujer y de tener poder.

ILUSTRACIÓN: Rocío D. Limón                           TEXTO: Adriana Santa Cruz

viernes, 9 de marzo de 2012

JULIETA EN LA MENTE


 
Antes de la caricia fue la distancia; antes del primer beso fue el último y mudo adiós. Apenas en su imaginación él había sido suyo, en el aire, más allá de las estrellas, en sus interminables poemas de su salvaje y estrepitosa adolescencia.
Había planeado encima de sus brazos y flotado sobre sus labios. Había saltado a vacíos con fondos de fantasía y vientos de insubstancial ilusión.
Pero su amor no había llegado a pisar tierra, ni bajo las nubes de junio, ni entre los vientos de agosto. Fue una espina a contrapelo en el verde de octubre y la aridez bajo el último sol de enero.
La migración de las aves y la mortalidad de los hombres conviven en las antípodas de la consciencia, y el amor desatinado de una pequeña es el vástago de su propio mundo, que brota como creación y, a su vez, probable apocalipsis.
Partió su callado amor a otras tierras, tan en silencio como ella lo había amado. Entonces, haciéndose de la misma materia etérea que daba forma a su imaginación, la pequeña se hizo gaviota sobre el océano, y nunca otra vez, nunca jamás, volvió a iluminarla ningún sol.
ILUSTRACIÓN: Rocío D. Limón                                                                 TEXTO: Santiago R. Bailez Chayé



lunes, 5 de marzo de 2012

SEMJAZA

En su soledad marital expectoraba el corazón las cenizas de sus sueños románticos, acomodada su inmaculada silueta sobre el sillón frío e inacabable de la sala, entre las lámparas encendidas por nada y la petrificada puerta principal.

Pero esa noche rompió su fantasmal paz el cuerpo de la violencia del mundo, cuando armas lleva éste, y penetra ventanales entreabiertos, violando moradas.
Un cuchillo amenazó sus mejillas por turnos, y un aliento de alcohol y de humo que colisionó contra su rostro, profanó el aire que escapaba de sus pulmones agitados, mientras el invasor anegaba sus muñecas.
Sobre el sillón inacabable su ropa el cuchillo cercenó en cientos; el cuero de los almohadones rechinó por miles y entonces su abnegación hizo cima.
Y al final, a la vez que la tersa piel de su vientre pálido se estremecía bajo un manto rojo de marea creciente, y el cielo le proveía sus alas de eternidad, un diablo que portaba el rostro de su incierto cónyuge surgió por la puerta petrificada y contempló, atónito en su sino, la última quietud de su fiel esposa, que antes de perderse en la letanía de lo irrevocable le dedicó una sonrisa al tiempo que repasaba con su otrora quieta lengua, sus propios labios ensangrentados.

ILUSTRACIÓN: Rocío D. Limón                                                           TEXTO: Santiago R. Bailez Chayé
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