¿Quieres saber cómo
me hice estas cicatrices?
Mi novio era un mujeriego
celoso, un psicótico en silencio, despiadado materialista. Tenía la costumbre
de comprar una navaja cada vez que yo le sonreía a un hombre, o en cada
oportunidad que reía a causa de alguna lisonja que me dedicaran. Él se sentaba
en la cabecera de la mesa nocturna y me juraba que era casualidad, que
coleccionaba navajas como cualquier hombre que se preciara de su hombría.
Un día llegó tarde; tenía la camisa afuera y la corbata floja en el cuello. Y él… me encontró
sonriendo. Me pregunta: “¿Por qué sonríes?”, pero ese día ya no pude responder. No sabía por qué sonreía, y entonces reí, reí a causa del miedo. Él golpea la mesa y frunce el
ceño, y farfulla: “¿Te ríes de mí?”. De pronto abandona la habitación y regresa con
una navaja, la mirada desorbitada y la respiración estruendosa.
Así es que me toma
del cuello, mete la navaja en mi boca y, echándome su aliento ebrioso, me dice:
“si tanto te gusta coquetear, mi amor, te regalaré una sonrisa eterna…” y tajea
una vez.
Da media vuelta y
quiere escapar, pero la navaja quedó en la mesa. Entre sangre y lágrimas la
tomo entre mis temblorosos dedos, y alcanzo a balbucear: “Y gue ´on mi al´a ´uera ´i ri´a”. Y en un suspiro, antes de respirar otra vez, me abro el cuello.
Relato inspirado en el personaje "Joker", de Christopher Nolan.
ILUSTRACIÓN: Rocío D. Limón TEXTO: Santiago R. Bailez Chayé
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