Cuando Hitler quebrantó el pacto de no agresión que había firmado con Stalin y envió a tres mil alemanes para avanzar sobre Rusia, recibió el primer aviso: Lelahel, su ángel guardián, perdió sus vestiduras blancas y la temperatura, en el invierno de Moscú, cayó a cincuenta grados bajo cero. Para cuando el ataque a Pearl Harbor, Lelahel había visto cómo su cabellera crecía a la vez que una oscuridad de muerte iba matizándola.
Pero fue cuando Stalingrado puso en jaque al Tercer Reich, y luego del fallido atentado contra Hitler por parte de Claus von Stauffenberg, que las alas de Lelahel se infectaron con cicuta.
Al final, mientras el Führer y Eva destinaban sus almas al infierno, y Lelahel veía su ropa teñida de sangre, Dios debió aceptar que otro de sus ángeles había estado trabajando de incógnito a las órdenes de la Parca, y no supo si agradecer o lamentar.
ILUSTRACIÓN: Rocío D. Limón TEXTO: Santiago R. Bailez Chayé
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