viernes, 9 de marzo de 2012

JULIETA EN LA MENTE


 
Antes de la caricia fue la distancia; antes del primer beso fue el último y mudo adiós. Apenas en su imaginación él había sido suyo, en el aire, más allá de las estrellas, en sus interminables poemas de su salvaje y estrepitosa adolescencia.
Había planeado encima de sus brazos y flotado sobre sus labios. Había saltado a vacíos con fondos de fantasía y vientos de insubstancial ilusión.
Pero su amor no había llegado a pisar tierra, ni bajo las nubes de junio, ni entre los vientos de agosto. Fue una espina a contrapelo en el verde de octubre y la aridez bajo el último sol de enero.
La migración de las aves y la mortalidad de los hombres conviven en las antípodas de la consciencia, y el amor desatinado de una pequeña es el vástago de su propio mundo, que brota como creación y, a su vez, probable apocalipsis.
Partió su callado amor a otras tierras, tan en silencio como ella lo había amado. Entonces, haciéndose de la misma materia etérea que daba forma a su imaginación, la pequeña se hizo gaviota sobre el océano, y nunca otra vez, nunca jamás, volvió a iluminarla ningún sol.
ILUSTRACIÓN: Rocío D. Limón                                                                 TEXTO: Santiago R. Bailez Chayé



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