“Es el cofre demasiado pequeño y la vida, demasiado corta”, pensaba
Paulit I. K., mientras comandaba el país que la había elegido, al tiempo que
planeaba eternizarse en el poder.
Era un poder inmenso, cimentado en palabras grandilocuentes y endiosamiento
de seres bien mortales. Sin embargo, con tan poco, había conseguido doblegar
el pensamiento de la gente.
Paulit I. K., sentada en su cama, hablaba, hablaba, hablaba, cómoda,
sin trabajar, sin cumplir con sus juramentos y sus obligaciones, sin hacer
esfuerzo alguno en pos del progreso, creyéndose eterna y más grande que
cualquier ser.
Pero un día murió, y al momento de rendir cuentas, Ergía, diosa de la
Pereza, fue elegida para juzgar la suerte de su pequeño y humoso espíritu. La
ejecución se llevó a cabo con prontitud (imagen).
ILUSTRACIÓN: Rocío D. Limón TEXTO: Santiago R. Bailez Chayé
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