“Deliciosas criaturas perfumadas”
No era rubia. No se
llamaba ni Mary, ni Peggy, ni Betty,
ni Julie. Tampoco vivía en Nueva York. Nadie le había compuesto una canción.
Era morocha, con unos ojos negros que alguna vez habían sido
transparentes. Se llamaba Jesica, o al menos así le decían. Vivía en una
casilla por Constitución y trabajaba de prostituta para mantener al tipo que le
pegaba casi todos los días. Pero ella lo quería, aunque también alguna vez
había sido su padrastro.
—¿Sabés?, yo me la hubiera bancado un tiempo más, pero es por la
nena…
Y le pegó un tiro a ese mismo tipo que hacía mucho tiempo le había
traído una muñeca el día en que su mamá los había presentado.
ILUSTRACIÓN: Rocío D. Limón TEXTO: Adriana Santa Cruz
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