sábado, 16 de junio de 2012

La novia que había ido quedándose desnuda



El día de la boda el templo esplendía en un blancor lunar; por las ventanas el oro era de plata y las baldosas de sepulcral brillo.

Los novios, tomados de la mano frente a la autoridad eclesiástica, esperaban las primeras palabras de la ceremonia, y los invitados, algo inquietos, por alguna razón que el Cielo y la Lógica no hubieran querido aceptar, parecían observar a la novia con suma atención: su velo había desaparecido casi de un momento para otro. El desconcierto, sin embargo, no tuvo fuerza suficiente para detener el rito.

Cuál fuera la sorpresa de todos cuando los novios comenzaron a intercambiar los votos matrimoniales: y es que el vestido de ella, con cada palabra, había ido transparentándose.

De pronto él la detuvo, le dijo “basta”, o algo así, y abandonó el templo. Supo, y ella supo, y todos supieron, que el amor de la novia pertenecía a su amante secreto, al igual que su cuerpo. Y que por esa razón, cuanto más al amor se acercara, más se acercaba a la Verdad; y la Verdad, tarde o temprano (todos lo saben) salta a los ojos como la reflexión de un espejo.

ILUSTRACIÓN (editorial Novel Mundo): Rocío. D. Limón           
TEXTO: Santiago R. Bailez Chayé

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